Hace cerca de cuatro años y pico se fue un ser muy querido. No era humano, pero le faltaba hablar. Se llamaba Atila. Era el perro de la familia desde pequeño Raul, mi marido. Habia sido sus pies y sus manos, muchos años. Al final de su estancia en la tierra, cuando el pobre estaba ya enfermito, vimos que le faltaba entusiasmo. Que con otros perros mejoraba, algo se alegraba. Que conseguimos echarle el ojo a un golden retriever que vendian en Pedroches, por cincuenta euros. Nos sorprendió por las fotos de internet, pero no perdiamos nada, puesto que ibamos y sino era lo que se ofertaba pues con quedarnos en casa de mis padres a dormir teniamos suficiente. Era un domingo. El sabado, fallecio Atila, y no teniamos mucho cuerpo de ir a por otro perro. Pero, en aquel momento decidimos que era entonces o nunca. Con lo que fuimos y nos trajimos a Coby y a una hermana suya para unos amigos. Coby, un golden retriever, que cuando lo adoptamos el pobre de haber vivido en un campo y no haber salido nunca a la ciudad, no sabia bajar escaleras. Tenia miedo por todo. Pero, era extremadamente bueno y cariñoso. Se fue haciendo a nosotros poco a poco y se ha convertido sin dudarlo en un miembro más de nuestra familia. No solo de nuestra casa, sino de mis padres que lo ven como un perro nieto, y mis hermanos lo ven como el sobrino que no tienen por el momento. Es un amor. Te llena de mimos al llegar a casa. Se preocupa cuando estás mal y te mira, para que se te quiten las preocupaciones. Le encanta salir al parque a jugar con sus amigos. Y es fiel a nosotros. Somos parte de él y él parte de nosotros. Es un encanto. Ahora se le une una hermanita pequeña de la misma raza que lo tiene activo todo el dia. Se protegen mutuamente y se quieren. Se respetan y forman una familia, dentro de la familia humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario